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Al poniente de Guadalajara, Jalisco, se encontraba el Bosque La Primavera, uno de los principales pulmones verdes del occidente de México. Con más de 30 mil hectáreas, su ecosistema de bosque tropical caducifolio y pino–encino albergaba una amplia biodiversidad: venados cola blanca, zorros grises, pumas, aves migratorias y una densa flora compuesta por encinos, madroños y robles.
Durante décadas, La Primavera actuó como un amortiguador ecológico: regulaba el clima, filtraba el aire y resguardaba el agua subterránea que sostenía a la ciudad. Sin embargo, la expansión urbana, los incendios provocados y el desarrollo inmobiliario fragmentaron su territorio.


El Bosque El Nixticuil se extiendía al norte del Área Metropolitana de Guadalajara, entre Zapopan y Tesistán. De origen volcánico, su territorio estaba cubierto por pinos, encinos y una vegetación que albergaba más de 1,500 especies registradas de flora y fauna: aves, reptiles, mamíferos pequeños y especies endémicas.
A pesar de ser un refugio biológico vital y un espacio de resistencia ciudadana, El Nixticuil desapareció debido a la presión constante de fraccionamientos, carreteras y talas clandestinas.


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